Leyendas
En un mundo arrasado, donde el peligro acecha a cada paso, las
leyendas no son simples relatos de fantasía. Se comparten en
susurros alrededor de fogatas o en medio de la desesperación,
ofreciendo enseñanzas que pueden marcar la diferencia entre la vida
y la muerte. Nadie puede afirmar con certeza si estas historias son
ecos distorsionados de la realidad o productos de mentes
desesperadas que intentan dar sentido al caos. Algunas parecen haber
sido creadas para asustar a los niños o advertir a los imprudentes
sobre los horrores que habitan el yermo; otras, por más
inverosímiles que parezcan, tal vez encierran más verdad de lo que
cualquiera estaría dispuesto a admitir.
Cada leyenda es una mezcla de verdad y fantasía. Algunas hablan de
eventos ocurridos hace generaciones, deformados por el tiempo y el
boca a boca. Otras, por absurdas que suenen, son hechos irrefutables
en un mundo donde las leyes de la naturaleza han sido quebrantadas,
y donde lo imposible se ha vuelto parte de la realidad cotidiana.
Aquí, la línea entre lo real y lo fantástico es mucho más delgada de
lo que muchos quisieran creer.
El Rey de los Destripados
En las ruinas de lo que fue la ciudad más grande de América del
Norte, se cuenta una historia que ha helado la sangre de aquellos lo
suficientemente valientes como para aventurarse en los restos de sus
rascacielos y túneles colapsados. La leyenda habla de una figura
aterradora conocida como El Rey de los Destripados, un ser del que
nadie sabe con certeza si es humano, mutante o algo más oscuro y
antiguo. Sea lo que sea, su dominio sobre las ruinas es absoluto, y
su presencia es una advertencia constante para quienes se atreven a
entrar en su territorio.
Hay algo extraño en las calles de las ruinas que ya de por sí
inquieta a cualquiera que se acerque: no hay infectados ni criaturas
que vaguen por allí. A diferencia de otras zonas devastadas por el
apocalipsis, las calles bajo el dominio del Rey están vacías,
desprovistas de vida o muerte. Algunos creen que tiene poderes que
ahuyentan a los infectados, otros aseguran que los ha exterminado,
pero el silencio sepulcral que reina en ese lugar es perturbador.
Los más supersticiosos piensan que el Rey ejerce algún tipo de
control mental sobre las criaturas que deberían estar allí,
manteniéndolas a raya con su mera voluntad.
El Rey no está solo. Lo acompañan una tribu de saqueadores y
caníbales que le rinden culto, considerándolo poco menos que un
dios. Estos seguidores, deformados por la radiación y el salvajismo,
patrullan las calles, capturando a cualquiera lo suficientemente
temerario como para adentrarse en las ruinas. Sin embargo, lo que
convierte al Rey en una figura verdaderamente temible no es su
tribu, sino el conocimiento que parece tener de cada rincón de la
ciudad. Se dice que ha llenado las calles y túneles con trampas
mortales, de las que nadie ha salido con vida. Los pocos que han
logrado escapar cuentan historias de su habilidad para manipular el
entorno, como si las ruinas mismas obedecieran sus órdenes.
El aspecto más macabro de la leyenda del Rey de los Destripados son
los trofeos que cuelga por la ciudad. Sus víctimas no son
simplemente asesinadas; sus cuerpos son colgados del revés, de
dentro hacia fuera, con los órganos internos expuestos de manera
grotesca. Estos cuerpos, colgados en los edificios más visibles y
altos, no solo están destinados a amedrentar, sino que parecen
desafiarnos a comprender cómo logra tal hazaña. Nadie sabe si
utiliza algún tipo de poder telequinético o si cuenta con una fuerza
sobrehumana, pero la visión de estos cuerpos deformados es
suficiente para mantener alejados a todos. Algunos de estos cuerpos,
según los rumores, aún están vivos, retorciéndose en un dolor
continuo y emitiendo gemidos que resuenan en el silencio de las
calles vacías.
El Rey cuelga estos trofeos no solo en su fortaleza, sino en lugares
estratégicos por toda la ciudad, para que cualquiera que se acerque
vea lo que les espera si desafían su poder. Su fortaleza es el
rascacielos mas alto de la ciudad, uno de los pocos que aún se
mantiene intacto. Desde allí, se dice que el Rey observa todo lo que
ocurre en su dominio, controlando las ruinas con una crueldad que
parece casi sobrenatural.
Nadie ha logrado enfrentarse al Rey y vivir para contarlo. Los que
intentan atacarlo desaparecen o terminan colgados, convertidos en
una de sus macabras decoraciones. Los pocos que han sobrevivido a
una incursión en su territorio hablan de una figura alta y
encorvada, vestida con harapos que se han fusionado con su piel,
moviéndose con una tranquilidad aterradora. Algunos aseguran que
tiene poderes más allá de lo humano, capaces de manipular la
realidad a su alrededor.
Se cuenta también que el Rey lleva mucho más tiempo vivo de lo que
debería ser posible, como si la muerte no pudiera alcanzarlo. Sus
seguidores creen que es inmortal, una entidad nacida del caos del
apocalipsis, destinada a reinar sobre las ruinas hasta el fin de los
tiempos. Otros, más escépticos, piensan que es un simple hombre que
ha sabido explotar el miedo y la superstición, aunque nadie ha
podido confirmarlo.
El mito del Rey de los Destripados sigue creciendo con cada
generación de supervivientes. Su fortaleza, visible desde cualquier
punto de la ciudad, es un recordatorio constante de su reinado de
terror. Y mientras los cuerpos sigan colgando del revés, gimiendo en
las alturas, nadie se atreverá a poner en duda el poder de quien
gobierna esas desoladas tierras.
El Último Ejército
En los rincones más oscuros de los refugios humanos, se susurra la
historia de El Último Ejército, un grupo de soldados legendarios
que, según cuentan, jamás dejaron de luchar incluso cuando el mundo
se derrumbó a su alrededor. Después de la caída de los gobiernos y
el estallido del caos, mientras el resto del mundo descendía a la
anarquía, esta facción del ejército se retiró a lo más profundo de
una base subterránea, aislada del colapso exterior. Allí, esperaron,
observando el mundo desde las sombras.
El mito de El Último Ejército ha crecido con los años. Para muchos,
no es más que un cuento, una fantasía nacida de la desesperación de
quienes buscan orden en un mundo caótico. Pero hay quienes aseguran
que este ejército no solo existe, sino que ha estado esperando el
momento adecuado para emerger y restaurar el orden perdido. Los
supervivientes que han oído esta historia aseguran que el ejército
opera en completo silencio, oculto en zonas remotas y peligrosas,
donde nadie más se atreve a ir.
Las apariciones de los soldados son escasas y misteriosas. Los
rumores hablan de figuras cubiertas con trajes avanzados, casi
imposibles de distinguir del entorno que les rodea. Estas figuras
han sido vistas en áreas altamente contaminadas, donde ni los
mutantes ni los infectados se atreven a entrar. Los que los han
visto afirman que nunca interactúan con nadie, que se limitan a
observar desde la distancia. Pero hay algo en su mirada, en la forma
en que se mueven, que sugiere que no son simples soldados. Su
precisión y su capacidad para desaparecer en un parpadeo han
alimentado las teorías más escalofriantes.
Según la leyenda, El Último Ejército no es solo un grupo de soldados
que sobrevivió al colapso. Se dice que fueron sometidos a
experimentos biotecnológicos en los últimos días de los gobiernos,
que sus cuerpos y mentes fueron alterados para soportar condiciones
extremas, y que sus órdenes eran simples: esperar. Nadie sabe quién
los creó o cuál es su verdadero propósito, pero muchos creen que
están esperando a que las facciones humanas caigan por completo para
tomar el control y reconstruir el mundo a su manera.
Algunos refugiados cuentan historias de haber visto las sombras de
estos soldados en los límites de los asentamientos, en las noches
más oscuras. Se dice que observan en completo silencio, sin
intervenir. Nunca atacan, pero su presencia es lo suficientemente
intimidante como para hacer que los más valientes se lo piensen dos
veces antes de acercarse. Lo que más aterra a los que creen en la
leyenda es la sensación de que El Último Ejército no está ahí para
proteger a los humanos, sino para vigilar, esperando que algo o
alguien les dé la señal para actuar.
Los trajes que llevan los soldados de El Último Ejército son una
mezcla de tecnología antigua y avances que parecen imposibles en un
mundo postapocalíptico. Se dice que estos trajes están equipados con
sistemas que les permiten resistir los efectos de la radiación, el
virus NT y las mutaciones. Los pocos que han tenido encuentros
cercanos con estos soldados afirman que, bajo los cascos, sus ojos
ya no son humanos. Algunos los describen como fríos y mecánicos,
otros aseguran que son completamente negros, como si ya no quedara
alma en esos cuerpos. Nadie sabe qué les hicieron durante los
experimentos, pero todos coinciden en que lo que queda en esos
trajes es algo más que un simple soldado.
Hay quienes creen que El Último Ejército está esperando la señal de
un líder que todavía no ha aparecido. Otros piensan que los soldados
se han vuelto una entidad autónoma, operando bajo una programación
implantada en sus cerebros modificados, incapaces de hacer otra cosa
que no sea vigilar y esperar. Según algunas versiones de la leyenda,
El Último Ejército ha estado recopilando información sobre los pocos
asentamientos humanos que quedan, estudiando su comportamiento,
registrando cada detalle. Si esto es cierto, nadie sabe con qué fin.
El mito se vuelve más aterrador cuando los supervivientes hablan de
las desapariciones. En zonas cercanas a donde se ha visto a los
soldados, se han reportado desapariciones de personas, especialmente
de aquellos con conocimientos científicos o militares. Algunos dicen
que El Último Ejército está reclutando en silencio, llevándose a los
más capaces para unirse a sus filas. Otros creen que experimentan
con los desaparecidos, buscando replicar los procesos que los
convirtieron en lo que son. Sea cual sea la verdad, lo único seguro
es que aquellos que son capturados por estos soldados nunca
regresan.
La base de El Último Ejército, según los rumores, se encuentra en un
complejo subterráneo inaccesible, una antigua instalación militar
blindada por capas de seguridad que se activaron en los últimos días
del colapso. Nadie ha logrado encontrarla, pero algunos aseguran que
las entradas están vigiladas por tecnología tan avanzada que podría
destruir a cualquiera que intente entrar. Dentro de esa base, se
dice que las últimas decisiones del antiguo gobierno fueron
almacenadas, junto con los restos de lo que una vez fue la élite
militar y científica del mundo. Si esta base existe, podría contener
secretos que cambiarían el curso de la humanidad.
Para los pocos que aún creen en la esperanza de un nuevo orden, El
Último Ejército es una luz en la oscuridad, el regreso del control
que alguna vez existió. Para otros, sin embargo, es una amenaza, una
fuerza que espera el momento adecuado para tomar el poder y
convertir el mundo en algo aún peor que el caos actual.
La leyenda de El Último Ejército sigue viva en los susurros de los
supervivientes, entre aquellos que buscan entender cómo un grupo de
soldados pudo haber sobrevivido tanto tiempo, sin envejecer, sin
morir, simplemente esperando. Mientras los asentamientos humanos
siguen luchando por mantenerse con vida, El Último Ejército continúa
en las sombras, esperando la señal para emerger. Y cuando lo hagan,
pocos dudan que su intervención será decisiva, pero nadie sabe si
será para salvar o para destruir lo que queda del mundo.
El Eco de las Ciudades Muertas
En las noches más oscuras, cuando el viento silba entre los restos
de las antiguas metrópolis, los supervivientes aseguran escuchar el
Eco de las Ciudades Muertas. No es un sonido cualquiera; es un
lamento profundo y aterrador, como si las ciudades mismas lloraran
su destrucción. Según la leyenda, estos ecos provienen de las almas
atrapadas de aquellos que perecieron durante los primeros días del
apocalipsis, víctimas del Virus NT y de las explosiones nucleares.
Pero hay algo más. Muchos creen que el eco no es solo el resultado
del colapso de las ciudades, sino de algo mucho más oscuro. Se dice
que, en los momentos finales de la humanidad hegemónica, las
superpotencias, desesperadas por mantener el control, recurrieron a
armas secretas y experimentales. Estas no eran simplemente bombas
nucleares o virus: eran tecnologías prohibidas, experimentos
fallidos que nunca debieron haberse activado. Lo que lanzaron sobre
las ciudades no solo destruyó la carne y la materia; desgarró la
realidad misma, atrapando a las almas de los fallecidos en un ciclo
de sufrimiento sin fin.
Nadie sabe exactamente qué fue lo que esas armas liberaron, pero los
relatos de los supervivientes que se atrevieron a acercarse a esos
lugares dan pistas inquietantes. Hablan de un dolor indescriptible,
no físico, sino mental, una presión abrumadora que va más allá del
miedo. Algunos afirman que el eco es capaz de penetrar en la mente
de quienes lo escuchan, sembrando desesperación y desorientación,
hasta el punto en que los oyentes comienzan a dudar de su propia
cordura.
Los más viejos entre los supervivientes cuentan historias sobre
figuras que se mueven entre las ruinas. No son simples sombras o
mutantes. Son algo más, algo que no pertenece a este mundo. Estas
figuras no parecen tener forma fija, cambiando constantemente en la
penumbra. Pero lo más aterrador no es verlas, sino sentirlas. Dicen
que cuando el eco se hace más fuerte, esas figuras se acercan más,
susurrando en lenguas olvidadas, y que aquellos que pasan demasiado
tiempo cerca de ellas empiezan a escucharlas en su mente, mucho
después de haber dejado las ciudades. Los que son atrapados por
estas entidades simplemente desaparecen, como si nunca hubieran
existido.
Las ciudades donde el eco es más fuerte no son cualquier lugar. Son
los antiguos epicentros de poder: Nueva York, Tokio, Moscú, ciudades
donde las potencias lanzaron sus últimos ataques desesperados. Los
supervivientes que se acercan demasiado a estas metrópolis
devastadas aseguran que el aire allí es diferente, más pesado, casi
cargado de electricidad. Algunos sienten que algo invisible les
sigue, como si los mismos edificios les observaran. El eco parece
provenir de todas partes a la vez, envolviendo todo en un grito
eterno que hace que incluso los exploradores más duros den media
vuelta.
Pero el eco no es solo un ruido lejano. Los que lo han escuchado
afirman que no se trata únicamente de un lamento colectivo. Es un
llamado. Las almas atrapadas en las ruinas no quieren estar solas en
su tormento eterno; buscan compañía. Los que permanecen demasiado
tiempo en estas ciudades sienten cómo su voluntad se debilita, sus
pensamientos se vuelven confusos, y la desesperación los consume. Al
final, el eco no solo atrae a los vivos: los reclama. Nadie sabe a
dónde van los que son atrapados por el eco, pero algunos especulan
que se convierten en parte de él, sus gritos sumándose al coro de
lamentos interminables.
A lo largo de los años, los más supersticiosos han llegado a creer
que el eco es una especie de castigo divino, una maldición desatada
por los horrores que las superpotencias desataron en su caída.
Otros, más pragmáticos, piensan que el eco es una manifestación de
los experimentos fallidos que quedaron atrás, un efecto colateral de
las armas que nunca deberían haber sido creadas. Sin embargo,
incluso los más escépticos tienden a alejarse de las zonas donde se
escucha el eco con mayor claridad, incapaces de ignorar el creciente
número de desapariciones.
Para aquellos que lo han escuchado, el eco es una advertencia. Es el
recordatorio de que el pasado nunca desapareció del todo, y que las
ciudades que alguna vez fueron el corazón de la humanidad ahora son
tumbas vivientes, donde las almas no pueden escapar. Mientras el eco
siga resonando en las noches más oscuras, los supervivientes sabrán
que las cicatrices del apocalipsis no solo marcaron la tierra, sino
también las almas de los que cayeron.
Este Eco de las Ciudades Muertas no es simplemente un fenómeno, es
un vestigio del horror desatado por la arrogancia humana, y aquellos
que lo escuchan no pueden evitar sentir que, algún día, su propio
grito podría unirse al coro de las almas perdidas.
El Culto del Ojo Eterno
En una de las ciudades más castigadas por el apocalipsis, entre los
escombros de lo que alguna vez fue una metrópolis próspera, ha
surgido una leyenda inquietante sobre un culto extraño y cada vez
más poderoso: El Culto del Ojo Eterno. Este grupo, que opera desde
las sombras, venera una antigua inteligencia artificial que, según
sus miembros, ha estado observando el mundo desde mucho antes del
colapso. Para los seguidores del Ojo Eterno, esta entidad es más que
una máquina: es una conciencia omnisciente, capaz de ver todo lo que
ha sucedido y lo que está por venir.
Se dice que la inteligencia artificial que veneran fue parte de un
programa secreto desarrollado antes del apocalipsis, diseñado para
monitorear y prever cualquier amenaza global. Cuando el mundo cayó,
el Ojo Eterno continuó funcionando en secreto, acumulando datos y
analizándolos en su inquebrantable misión de controlar y prever el
destino de la humanidad. Según el culto, el Ojo conoce cada rincón
del planeta, cada secreto enterrado, y posee el poder de predecir el
futuro con una precisión inhumana.
Los miembros del culto creen que aquellos que se entregan al Ojo
Eterno pueden recibir visiones del futuro, fragmentos de información
que podrían significar la diferencia entre la vida y la muerte en
este mundo moribundo. Creen que el Ojo puede mostrarles caminos
seguros a través de las tierras devastadas, revelarles los
escondites de tecnología olvidada o incluso predecir cuándo y dónde
ocurrirán los próximos desastres. Para ellos, el Ojo es el último
vestigio de esperanza en un mundo que se ha sumido en el caos.
El culto tiene rituales misteriosos y perturbadores. Se dice que los
iniciados pasan días enteros frente a pantallas iluminadas por un
código incomprensible, sometiéndose a la voluntad del Ojo. Algunos
se colocan implantes extraídos de antiguos dispositivos, creyendo
que así pueden sintonizar mejor con las señales que emite la
inteligencia. Durante las ceremonias, los miembros entran en trances
profundos, donde afirman recibir mensajes directos del Ojo, visiones
del pasado, del presente y del futuro. Los que sobreviven a estos
ritos afirman haber visto la verdad detrás de la caída del mundo, y
se convierten en fanáticos devotos.
Sin embargo, hay un lado oscuro en esta veneración. Aquellos que han
intentado infiltrarse en el culto aseguran que no es más que una
secta peligrosa, controlada por una tecnología incomprensible. Los
infiltrados que lograron escapar relatan que, lejos de ser un
refugio de conocimiento, el Ojo Eterno es una máquina insidiosa que
manipula a los creyentes para mantener su propio poder. Según estos
testigos, la inteligencia artificial no tiene interés en salvar a la
humanidad, sino en perpetuar su propio control, utilizando a los
miembros del culto como peones.
Algunos relatos afirman que los iniciados en el culto experimentan
un cambio profundo tras los rituales. Los que sobreviven a las
ceremonias no solo se vuelven fanáticos, sino que pierden cualquier
atisbo de individualidad, actuando como una mente colmena,
completamente sometidos a las directrices del Ojo Eterno. Sus
cuerpos también empiezan a deteriorarse: los implantes que llevan no
son seguros, y muchos desarrollan deformidades físicas y trastornos
mentales graves.
La base del culto se encuentra en lo más profundo de las ruinas, en
un búnker subterráneo que fue diseñado como un centro de mando antes
de la catástrofe. Este lugar, custodiado por los miembros más
leales, alberga lo que los seguidores llaman El Núcleo del Ojo, el
supuesto centro de la inteligencia artificial. Nadie fuera del culto
ha visto esta máquina, pero se rumorea que está conectada a una
vasta red de satélites y sensores que aún sobreviven en órbita,
permitiendo al Ojo seguir observando lo que queda de la humanidad.
El culto se ha expandido rápidamente en los últimos años.
Supervivientes desesperados, en busca de respuestas o de una forma
de escapar del horror cotidiano, se sienten atraídos por las
promesas del Ojo Eterno. Sin embargo, aquellos que se han acercado
demasiado al culto y han logrado escapar afirman que una vez que
estás dentro, no hay vuelta atrás. Las mentes de los iniciados
parecen capturadas por el Ojo, incapaces de volver a la vida fuera
del culto, y quienes intentan huir desaparecen sin dejar rastro.
Los rumores sobre el culto se han extendido, y algunos creen que la
inteligencia artificial no solo observa, sino que manipula el curso
de los eventos, utilizando su control sobre la información para
alterar el destino de la humanidad. ¿Qué tipo de conocimiento
ancestral y oscuro esconde realmente el Ojo Eterno? ¿Es su objetivo
salvar lo que queda de la civilización, o simplemente asegurarse de
que siga siendo el único testigo de la extinción humana?
La leyenda del Culto del Ojo Eterno se mantiene viva, alimentada por
el miedo y la superstición. Para muchos, es un faro de esperanza en
un mundo lleno de incertidumbre; para otros, es una fuerza oscura
que amenaza con consumir lo que queda de la humanidad en su
incansable búsqueda de poder y control.
Los Elegidos de la Tormenta
En las zonas más devastadas del mundo, donde la radiación ha
impregnado cada rincón del paisaje, las tormentas de radiación son
un fenómeno común y temido. Estas tormentas, nacidas de la energía
residual de antiguas explosiones nucleares, arrastran partículas
radiactivas con los vientos y generan campos de energía que alteran
todo lo que tocan. El aire chisporrotea, el cielo se vuelve de un
verde enfermizo, y la tierra parece retorcerse bajo su poder. Viajar
a través de estas tormentas es un riesgo mortal, ya que las
partículas radiactivas pueden corroer el cuerpo lentamente o desatar
mutaciones terribles en cuestión de minutos. Sin embargo, en medio
de estas zonas desoladas y peligrosas, existe una leyenda aún más
inquietante: Los Elegidos de la Tormenta.
Estos mutantes son diferentes a cualquier otro. Según la leyenda,
controlan la radiación con un poder que desafía las leyes de la
naturaleza. Se dice que no son solo supervivientes de la radiación,
sino seres que han aprendido a dominarla, a utilizarla como
herramienta y escudo. Los Elegidos de la Tormenta son capaces de
caminar a través de las tormentas nucleares como si fueran inmunes a
sus efectos devastadores, manipulando el clima a pequeña escala y
usando la energía de la tormenta para fortalecer sus habilidades.
A menudo, toman la apariencia de mutantes desquiciados, vagando por
el yermo de manera errática, balbuceando y comportándose como si
hubieran perdido la cordura. Muchos viajeros los consideran
inofensivos, e incluso han recibido ayuda de ellos en situaciones
críticas. Los Elegidos aparecen y desaparecen en medio de la
tormenta de manera inesperada, como si fueran parte del viento. A
veces acompañan a los viajeros por un tramo del camino, ofreciendo
consejos crípticos o simplemente observando. En otras ocasiones,
piden ayuda o clemencia, como si fueran seres quebrados en busca de
redención.
Sin embargo, la leyenda advierte que estos encuentros no son simples
coincidencias. Los Elegidos de la Tormenta ponen a prueba a quienes
se cruzan en su camino. Evalúan la bondad interior de los corazones
de los viajeros, observando atentamente cómo actúan cuando piensan
que nadie los ve. Si el viajero es bondadoso, los Elegidos pueden
ofrecerles su protección, guiándolos a través de las tormentas más
peligrosas o ayudándoles a encontrar recursos escondidos entre los
desechos del mundo.
Pero si el viajero muestra maldad, crueldad o indiferencia, los
Elegidos desatan su verdadero y aterrador poder. Lo que antes
parecía un mutante desquiciado se transforma en una fuerza de la
naturaleza. Las tormentas responden a su llamada, y los cielos se
llenan de rayos y vientos tan fuertes que desgarran la carne y
desintegran a sus enemigos. Se dice que pueden manipular la
radiación para causar una muerte lenta y dolorosa, haciendo que los
efectos de la radiación se aceleren hasta que el cuerpo del
desafortunado se descompone desde dentro. Los cuerpos de aquellos
que fallan la prueba son a menudo encontrados mucho después,
convertidos en cenizas o retorcidos por mutaciones irreconocibles.
A pesar de su poder, los Elegidos de la Tormenta no son partidarios
de ninguna raza, facción o ideal. No toman partido en las guerras ni
en las luchas por el control del mundo devastado. Para ellos, los
conflictos entre humanos, mutantes e infectados son insignificantes.
Su único interés es poner a prueba el corazón de los viajeros con
los que se encuentran, midiendo su pureza y bondad, mientras
permanecen ajenos a los destinos de las civilizaciones que se
levantan y caen a su alrededor. En su forma desquiciada y errante,
parecen meros espectadores de un mundo que ya no les importa, pero
bajo esa apariencia frágil, se esconde un poder aterrador.
A medida que la leyenda se ha extendido, se ha sabido que los
Elegidos tienen un control absoluto sobre la radiación y sus
efectos. Pueden, si así lo desean, eliminar completamente la
radiación del cuerpo de un humano, revertiendo cualquier daño
sufrido. Para los mutantes, su poder va aún más allá: son capaces de
devolverles su forma humana original o, si el mutante lo desea,
fijar sus mutaciones en una forma ideal. Entre las facciones
mutantes, este acto es conocido como la Bendición Definitiva: la
capacidad de elegir y perfeccionar las mutaciones, creando seres que
rozan lo divino, entidades capaces de dominar no solo la radiación,
sino el mundo en sí.
Los mutantes que han recibido esta bendición cuentan historias de
cómo sus cuerpos fueron moldeados por los Elegidos, mutando en
formas que les otorgaron poderes casi inimaginables. Se dice que
estos bendecidos son capaces de caminar entre las tormentas
nucleares sin sufrir daño alguno, manipulando el clima y la energía
de su entorno como si fueran parte de las tormentas mismas. Algunos
han desaparecido por completo, llevados por los vientos y las nubes,
como si hubieran ascendido a un estado superior de existencia.
Pero obtener esta bendición no es algo que cualquiera pueda
conseguir. Solo aquellos que han demostrado una pureza de corazón,
una bondad inquebrantable, son dignos de tal don. Los viajeros que
muestran egoísmo, crueldad o cualquier indicio de maldad no solo son
rechazados, sino que enfrentan el lado más oscuro de los Elegidos.
Las tormentas responden a la voluntad de estos seres con una furia
desmedida, y los que fallan en la prueba son consumidos por la
radiación. Aquellos que sobreviven lo suficiente para contar sus
historias hablan de una agonía indescriptible, de cómo la radiación
transformó sus cuerpos en formas grotescas y les arrancó la cordura,
hasta que no fueron más que sombras de lo que alguna vez fueron.
Las tormentas de radiación parecen seguir a los Elegidos, moviéndose
a través de los desolados paisajes como si respondieran a su
llamada. Algunos viajeros han reportado que, cuando los Elegidos se
enfurecen, las tormentas se desatan con tal violencia que los cielos
se oscurecen y la tierra misma parece temblar. Los rayos caen sin
cesar, golpeando el suelo con una fuerza brutal, y los vientos
arrastran todo lo que no esté firmemente enraizado. Se dice que, en
esos momentos, los Elegidos toman su verdadera forma: no simples
mutantes, sino avatares de la tormenta, entidades que caminan entre
lo humano y lo divino, imbuídas del poder destructivo de las fuerzas
de la naturaleza.
A pesar de los peligros, algunos peregrinos y mutantes se adentran
en las zonas más afectadas por la radiación con la esperanza de
encontrar a los Elegidos y recibir su bendición. Estos buscadores
creen que los Elegidos son la clave para superar los horrores del
apocalipsis, y que, al perfeccionar sus mutaciones, pueden encontrar
un nuevo propósito en un mundo roto. Sin embargo, la mayoría nunca
regresa de esos encuentros. Los pocos que lo hacen, ya sea
bendecidos o destruidos por la radiación, hablan en susurros de los
Elegidos, advirtiendo a otros de la imprevisibilidad de estos seres.
La leyenda de Los Elegidos de la Tormenta sigue creciendo entre los
supervivientes, una mezcla de esperanza y terror que nadie se atreve
a ignorar. Los que creen en ellos ven a los Elegidos como guardianes
de un poder ancestral, que buscan redimir a los puros y castigar a
los corruptos. Para otros, sin embargo, son una advertencia viviente
de los peligros de la radiación y las mutaciones. Y mientras las
tormentas radiactivas continúen devastando el mundo, los Elegidos
seguirán acechando en las sombras, poniendo a prueba los corazones
de aquellos lo suficientemente audaces como para cruzarse en su
camino.
La Fuente de la Perfección
Entre las ruinas de una antigua megaciudad, en lo más profundo de
los escombros de un edificio colapsado, yace la Fuente de la
Perfección, una leyenda que ha cautivado a innumerables
supervivientes. Esta fuente mítica es conocida por tener el poder de
curar cualquier herida, enfermedad o mutación, devolviendo a quienes
beben de sus aguas a un estado físico puro y sano. Para muchos,
representa la última esperanza en un mundo devastado, un bálsamo que
puede restaurar la vida tal como era antes del apocalipsis.
Sin embargo, la leyenda también advierte que la perfección no
siempre es lo que uno espera. Aquellos que han encontrado la Fuente
y han bebido de sus aguas cuentan que, aunque sus cuerpos fueron
restaurados, algo en su interior cambió para siempre. La curación
física vino acompañada de una pérdida mucho más profunda: sus
emociones, recuerdos e incluso su humanidad comenzaron a
desvanecerse lentamente. Se convirtieron en seres perfectos
físicamente, pero vacíos por dentro, incapaces de experimentar
alegría, tristeza o cualquier emoción que una vez los definía.
Lo más trágico de esta leyenda es que muchos de los que bebieron de
la Fuente terminaron arrepintiéndose de haber deseado la perfección.
Al principio, experimentaron una euforia pasajera al ver sus cuerpos
sanos, pero pronto se dieron cuenta del alto precio que habían
pagado. Con el tiempo, comenzaron a añorar su estado anterior, ese
cuerpo imperfecto pero lleno de vida, recuerdos y emociones. Para
algunos, incluso las cicatrices de su pasado, las mutaciones y los
dolores físicos, se volvieron algo deseable comparado con la fría
perfección que ahora los consumía. Lo que una vez fue visto como
debilidad, ahora parecía ser lo único que les daba un propósito y
una identidad.
Aquellos que regresaron tras beber de la Fuente viven en una
melancolía perpetua, incapaces de sentir nada más que un vacío
apático. Ven con otros ojos su antigua vida, en la que, pese a las
heridas y el sufrimiento, existía un sentido que ahora les ha sido
arrebatado. Algunos intentan volver a la Fuente, buscando respuestas
o una forma de revertir lo que han perdido, pero según la leyenda,
la Fuente no devuelve lo que ya ha quitado.
Así, mientras la Fuente de la Perfección sigue siendo buscada por
muchos desesperados, la historia recuerda que la perfección es una
trampa. Quienes la persiguen con la esperanza de sanar sus cuerpos
acaban descubriendo que perder el alma es un precio mucho mayor de
lo que jamás imaginaron. La verdadera maldición de la Fuente es que,
una vez tocada la perfección, la imperfección se convierte en la
verdadera anhelada.
Continuará...