El mundo tras el apocalípsis

El mundo, tal y como se conocía, ha cambiado para siempre. Las áreas geográficas que antes definían naciones y civilizaciones han sido transformadas por la devastación, y ahora son territorios donde facciones poderosas luchan por dominar los restos de la humanidad. Esta sección explora el estado actual del mundo, dividido en regiones marcadas por el caos, la lucha por el poder y la necesidad de sobrevivir.

Cada área geográfica será descrita en detalle, revelando cómo las facciones dominantes han moldeado, o han sido moldeadas, por las catástrofes y los eventos que destruyeron el Viejo Mundo. Desde imperios que han surgido entre las ruinas hasta comunidades aisladas que luchan por mantenerse al margen del conflicto, aquí se desvelarán las relaciones, tensiones y rivalidades que definen el curso de este mundo irradiado.

Norteamérica, Imperios de la Desesperación y Revolución

Tras el colapso, las élites de América del Norte, anticipando el caos, se refugiaron en asentamientos fortificados repartidos por las montañas Rocosas, el norte, la antigua Canadá y Alaska. Estos refugios, preparados con antelación, incluían suministros, tecnología avanzada y tropas leales extraídas de los restos del ejército estadounidense. En el nuevo orden que emergió, los señores feudales controlan los recursos esenciales, desde el agua potable hasta las tierras fértiles, y ofrecen protección y comida a los desesperados a cambio de trabajo en condiciones brutales.

Estos nuevos feudos se alzan sobre las ruinas de las antiguas ciudades, especialmente en las regiones protegidas de las montañas y el norte del continente. Los líderes, ahora autoproclamados reyes y señores, han creado un sistema que recuerda a los antiguos regímenes feudales, donde los siervos trabajan incansablemente en los campos y fortificaciones a cambio de una frágil seguridad. Los supervivientes son obligados a cumplir jornadas interminables en la agricultura o la reconstrucción de infraestructura, siempre bajo la constante vigilancia de milicias privadas que aseguran su lealtad.

El Imperio de Alaska: Brutalidad, Racismo y Exterminio

En el extremo norte de América, el Imperio de Alaska ha emergido como una de las fuerzas más poderosas y temidas del mundo postapocalíptico. Gobernado por una élite expansionista y profundamente racista, este imperio no solo domina Alaska, sino que ha conquistado las tierras circundantes, y establecido puestos de avanzada en las Rocosas, a través de la violencia y el sometimiento absoluto. Su sociedad se estructura en un rígido sistema de castas basado en la 'pureza' física y racial, mientras que consideran el resto del mundo como un caos impuro que debe ser purgado.

Lo que diferencia al Imperio de Alaska es su obsesión fanática con la pureza humana. Para ellos, los mutantes no son simplemente enemigos, sino abominaciones que deben ser exterminadas sin piedad. A diferencia de otros imperios que pueden esclavizar o expulsar a los mutantes, Alaska opta por eliminarlos directamente. No se contempla ningún otro destino. De igual manera, los humanos que presentan malformaciones físicas, ya sea debido a la radiación o por causas genéticas, son considerados impuros y son ejecutados sin dilación. Cualquier indicio de malformación es motivo suficiente para la muerte, ya que en el imperio solo los físicamente "perfectos" tienen derecho a existir.

Este implacable régimen se basa en su origen singular: Alaska fue una de las pocas regiones que no sufrió impactos nucleares directos durante el apocalipsis, por lo que se mantuvo relativamente limpia de radiación. Esto ha permitido a la élite del imperio perpetuar su visión extremista de pureza racial, en la que el "humano ideal" es blanco, de rasgos occidentales, alto y rubio. Este concepto se ha convertido en la base de su sociedad, que está dividida en castas según lo cerca o lejos que se esté de ese ideal físico. Aquellos que cumplen con este estándar ocupan las posiciones de poder y privilegio, mientras que los que no lo hacen, incluso aquellos sin malformaciones, se ven relegados a las castas inferiores.

Los migrantes de Siberia y Asia, aunque son considerados humanos sanos, ocupan los niveles más bajos de esta jerarquía racial. A pesar de ser físicamente humanos, su lejanía del ideal estético del imperio los coloca en las castas inferiores o en la de los esclavos. Estos migrantes son forzados a trabajar en las minas de recursos naturales y en la producción agrícola, soportando condiciones inhumanas que apenas les permiten sobrevivir. Aunque su presencia es tolerada por la necesidad de mano de obra, son tratados con desprecio y brutalidad, y cualquier signo de rebelión es sofocado de manera despiadada.

El Imperio de Alaska, además, tiene una visión particular del mundo exterior. Para ellos, el resto del planeta es un caos impuro, un lugar donde la humanidad ha caído en la degeneración física y moral. Las tierras del sur, plagadas de mutantes, infectados y humanos deformes, son vistas como territorios que deben ser purgados. Esta visión justifica sus políticas expansionistas y genocidas: el mundo fuera de sus fronteras debe ser limpiado de la impureza y convertido en un reflejo de su propia "perfección". Cualquier forma de vida que no se ajuste a sus estándares es vista como un error que debe ser corregido mediante cualquier medio.

Este concepto de purga no solo se limita a los mutantes y los infectados, sino que también afecta a los propios humanos del imperio. Aquellos que no se alinean con los ideales estéticos o muestran debilidad pueden caer en desgracia, siendo relegados a castas inferiores. Los casamientos se consideran fundamentales, ya que a través de ellos se busca mejorar la posición social y ascender en la jerarquía del imperio. La paranoia por mantener la pureza física y mental es constante, y cualquier acusación de impureza desencadena exámenes físicos públicos y evaluaciones psicológicas. Aquellos que fallan en demostrar su 'pureza' enfrentan graves consecuencias, mientras la sociedad vigila con desconfianza a los suyos.

En definitiva, el Imperio de Alaska es una sociedad marcada por la brutalidad y racismo, donde la pureza física determina la vida o la muerte, y cualquier forma de impureza, ya sea interna o externa, debe ser identificada y purificada si es necesario. Su visión del mundo se basa en un mandato divino para purgar a la humanidad de cualquier mancha, y su crueldad no tiene límites en su afán de cumplir con esta sagrada misión.

Las Zonas Infestadas: Costas Este y Oeste

Mientras los nuevos reinos feudales prosperan en las montañas y el norte, las costas este y oeste de América del Norte han caído completamente en manos de los infectados. Ciudades icónicas como Nueva York, Boston, Los Ángeles y San Francisco están desiertas, pero no vacías. Las hordas de infectados vagan por las calles, cubiertas de escombros, y cualquier intento de adentrarse en estas áreas es prácticamente una sentencia de muerte.

Estas zonas, una vez los motores económicos y culturales del continente, ahora son campos de batalla infestados de cadáveres reanimados que atacan sin piedad a cualquier intruso. Los pocos que se aventuran en estas regiones lo hacen en busca de tecnología o recursos perdidos, pero la mayoría no regresan.

Los Mutantes del Sur: El Dominio del Golfo

El sur de América del Norte, especialmente las zonas cercanas al Golfo de México, ha sido reclamado por mutantes. Estas criaturas, producto de la radiación y la infección, han establecido sus propios asentamientos en lo que antes fueron ciudades industriales y petroleras, ahora convertidas en ruinas radiactivas. Ciudades como Houston, Nueva Orleans y Tampa están rodeadas de desechos tóxicos, donde la vegetación mutada cubre los edificios derrumbados y los ríos están contaminados.

Los mutantes han desarrollado una sociedad tribal, brutal y primitiva, donde las leyes humanas ya no tienen cabida. Se organizan en clanes y se pelean por los pocos recursos que quedan en estas tierras contaminadas. Estas criaturas, muchas de las cuales apenas conservan su humanidad, son una amenaza constante para cualquiera que intente cruzar el sur del país. Las expediciones hacia estas zonas son extremadamente raras, ya que las posibilidades de sobrevivir son escasas.

Los Hijos de la Libertad: La Lucha por los Antiguos Valores

En un mundo roto y devastado por el apocalipsis, donde los señores feudales han impuesto su yugo y las hordas de infectados asolan el paisaje, una facción resiste con una tenacidad que desafía las circunstancias: Los Hijos de la Libertad. Este grupo, fragmentado pero obstinado, lucha por restaurar los ideales y valores que alguna vez definieron a los antiguos Estados Unidos. A pesar de ser una facción débil en términos de poderío militar y recursos, su convicción en los principios de libertad, democracia y sacrificio los mantiene unidos frente a un entorno hostil.

El gobierno central de Los Hijos de la Libertad existe, pero es más simbólico que efectivo. Situado en algún lugar recóndito de las Rocosas, este supuesto centro de mando apenas tiene control sobre las diversas comunidades que componen la facción. Cada comunidad, ya sea un asentamiento fortificado o una tribu nómada, opera de forma casi independiente, siguiendo sus propias reglas y tomando decisiones según sus necesidades locales. En ocasiones, acuden al gobierno central para coordinarse en situaciones de extrema necesidad, como invasiones de hordas infectadas o la aparición de una amenaza común, pero rara vez obedecen órdenes que no estén alineadas con su propia supervivencia.

Lo que falta en cohesión, lo compensan en su capacidad para adaptarse y sobrevivir. Las comunidades, aunque separadas por grandes distancias y diversas en cultura y estructura, comparten una convicción férrea en sus ideales y una voluntad inquebrantable para seguir luchando, lo que les da una resiliencia sorprendente. A menudo, su fragilidad en términos de unidad se transforma en una ventaja, ya que las élites feudales que los rodean encuentran difícil someter o destruir un enemigo tan disperso y descentralizado.

Los soldados y milicianos de Los Hijos de la Libertad están entre los más experimentados del mundo. El constante contacto con hordas de infectados y tribus de mutantes ha forjado en ellos una habilidad táctica y una creatividad en el campo de batalla que les permite enfrentarse a enemigos más poderosos. Aunque no disponen de grandes ejércitos ni tecnología avanzada, sus guerrillas son famosas por aprovechar el terreno, emboscar a sus oponentes y desgastar a fuerzas mayores mediante incursiones rápidas y precisas.

A pesar de las altas bajas que sufren debido a las constantes batallas y el duro entorno en el que viven, Los Hijos de la Libertad compensan su pérdida con una natalidad elevada. Desde una edad muy temprana, los niños y niñas son entrenados en el arte de la guerra, en la supervivencia en el Yermo, y en el uso de todo tipo de armamento rudimentario. Cada nueva generación está lista para empuñar las armas por la causa de la libertad, algo que impregna todas las esferas de su vida diaria. Su capacidad para adaptarse y su feroz determinación han hecho que sus guerrillas sean temidas por fuerzas más grandes y organizadas, que a menudo subestiman su ingenio y resistencia.

Dentro de Los Hijos de la Libertad, la diversidad es una de sus características clave. Existen desde asentamientos fortificados con ejércitos organizados que protegen ciudades improvisadas, hasta pequeñas tribus nómadas que vagan por el desierto, sobreviviendo del trueque y la caza. No hay una estructura única que las defina a todas, más allá de su compromiso con los ideales de libertad y su rechazo a cualquier forma de tiranía.

En algunas comunidades, la estructura militar está muy arraigada, con líderes que emulan los antiguos rangos del ejército de los Estados Unidos, mientras que en otras, la organización es más tribal, con jefes elegidos por sus habilidades en combate o su sabiduría para la supervivencia. Cada asentamiento tiene su propio modo de vida, y aunque las diferencias culturales pueden ser amplias, los une una idea común: la libertad es sagrada y deben luchar para recuperarla.

Los Hijos de la Libertad poseen una visión casi mítica del pasado de los Estados Unidos, idealizando en exceso el mundo anterior al apocalipsis. A menudo, cuentan historias sobre los grandes tiempos de libertad, democracia y prosperidad, aunque muchos de sus relatos están distorsionados por el tiempo. Glorifican figuras antiguas y símbolos del pasado, como el águila y la bandera, creyendo fervientemente que, de alguna manera, pueden volver a reconstruir lo que se ha perdido.

Este culto al pasado los impulsa a sacrificarse por la causa, creyendo que su sufrimiento es temporal y necesario para que las generaciones futuras puedan disfrutar de una vida mejor. Aunque esta visión les da una increíble determinación, también puede llevarlos a tomar decisiones irracionales o suicidas, ya que están dispuestos a hacer cualquier sacrificio por sus ideales, incluso cuando la situación parece desesperada.

A pesar de sus debilidades y sus constantes enfrentamientos con facciones mucho más poderosas, Los Hijos de la Libertad no han sido eliminados. Siguen luchando con una combinación de astucia, táctica y fe en su causa. Para ellos, cada batalla es un paso hacia la restauración de los antiguos valores, y aunque su camino esté lleno de sacrificios y pérdidas, creen firmemente que su lucha no es en vano.

A medida que el mundo se sigue sumiendo en el caos, Los Hijos de la Libertad mantienen viva la esperanza de que, algún día, el ideal de la libertad que tanto veneran prevalecerá, y que su sacrificio no habrá sido en vano.

México: Una Nación Renacida

En el caos inicial del apocalipsis, Ciudad de México se convirtió en uno de los principales focos de infección a nivel mundial. Lo que antes era una metrópolis vibrante y populosa, pronto se transformó en un infierno cuando las hordas de infectados inundaron sus calles. Sin embargo, contra todo pronóstico, México logró contener y eventualmente hacer retroceder a las hordas que amenazaban con destruir el país. Este logro no fue un golpe de suerte, sino el resultado de decisiones difíciles y una organización militar implacable.

Durante las etapas iniciales del colapso, gran parte de la población se refugió en las montañas del país, en lugares como la Sierra Madre. Desde estos bastiones naturales, México organizó una resistencia efectiva. Guerrillas civiles y líderes militares aprovecharon el terreno montañoso para defenderse y lanzar ataques estratégicos, protegiendo las ciudades situadas en los valles. Las montañas se convirtieron en fortalezas inexpugnables desde donde la nación no solo sobrevivió, sino que tuvo un nuevo nacimiento.

El resurgimiento de México no solo fue militar, sino también cultural, adoptando un marcado culto a la muerte. Las ciudades y asentamientos están plagados de monumentos erigidos en honor a los caídos, construidos con huesos y calaveras. Para los mexicanos, estos monumentos son sagrados y simbolizan la conexión entre los vivos y los muertos que lucharon por la supervivencia. Los monumentos más grandes, presentes en las ciudades principales, están formados por incontables calaveras de aquellos que perecieron luchando contra los infectados y mutantes del pasado.

Para un extranjero, estos monumentos pueden parecer desconcertantes e inquietantes, pero para los mexicanos son símbolos de respeto, coraje y perseverancia. Rendir culto a los muertos no es simplemente una tradición: es una forma de vida. La muerte es vista como una extensión de la lucha por la supervivencia, y los ciudadanos rinden homenaje a los caídos con ofrendas y ceremonias.

El precio de la supervivencia fue alto. Los líderes militares adoptaron medidas drásticas, incluyendo la ejecución de personas sanas hubieran tenido contacto o no con infectados, con el fin de evitar la propagación de la plaga. Estas decisiones, aunque brutales, garantizaron la preservación de la nación cuando otros países sucumbieron al caos. A día de hoy, estos líderes son venerados como héroes, aunque algunas facciones aún los ven con recelo.

El gobierno de México está encabezado por el Consejo de los 13, una élite de gobernantes que toman todas las decisiones importantes para el país. Esta es la única forma de democracia en México, y las votaciones entre los miembros son sagradas. Lo que se decide en las sesiones del consejo debe cumplirse, sin excepciones. Los 13 miembros del consejo, aunque en principio ocupan sus puestos de por vida, pueden ser desafiados por cualquier ciudadano mexicano. Si alguien logra asesinar a uno de los 13, puede tomar su lugar, pero esto conlleva un gran riesgo: los seguidores leales del miembro caído suelen buscar venganza, por lo que los aspirantes deben estar respaldados por fuerzas considerables.

A lo largo de la historia, la mayoría de los que han ocupado un puesto en el consejo han sido señores de la guerra, caudillos o almirantes. Los almirantes son especialmente poderosos debido a que controlan flotas personales y obtienen grandes riquezas de los saqueos y la venta de esclavos. Sus flotas privadas aseguran que los líderes del consejo no solo tengan influencia política, sino también el poder militar necesario para sostener sus dominios.

El resurgimiento de México también está marcado por la práctica del esclavismo. Durante sus incursiones marítimas, las flotas mexicanas capturan pueblos enteros y los someten a la esclavitud. Estos esclavos son transportados de vuelta al país, donde trabajan en la agricultura, la minería, construcción naval y otras industrias. En ciertas regiones, el esclavismo es una parte integral de la economía, y los capitanes que regresan con prisioneros obtienen no solo riquezas, sino también poder e influencia dentro del consejo.

Con la expansión terrestre limitada por territorios infestados al norte y al sur, México ha centrado todos sus esfuerzos en el mar. Sus flotas, cada vez más poderosas, son temidas en todo el Pacífico y el Caribe, lanzando incursiones y saqueos, asegurando el suministro constante de recursos hacia la creciente nación. Los mexicanos han logrado establecer colonias en islas remotas, utilizando estos enclaves como bases desde las cuales consolidan su poder en el mar.

Las flotas mexicanas no se limitan a sus costas. Al norte, desafían al Imperio de Alaska atacando sus convoyes mercantes, saqueando recursos vitales para el imperio. Aunque el Imperio de Alaska es una potencia terrestre formidable, sus capacidades navales no pueden competir con las de México, lo que convierte a los convoyes costeros en presas fáciles para los almirantes mexicanos.

En el sur, México realiza incursiones constantes en las antiguas tierras de Centroamérica. Aprovechando su superioridad naval, establecen puestos avanzados y colonias en islas deshabitadas o poco defendidas. Estos enclaves se han convertido en asentamientos autosuficientes, utilizando los recursos locales para sostener su creciente influencia militar.

La sociedad mexicana está profundamente militarizada, con la guerra, el saqueo, la dominación naval y las industrias necesarias para sostener todo esto como el núcleo de la vida cotidiana. Aunque el culto a la muerte ha unificado a la población, es la élite militar quien controla gran parte de la riqueza y los recursos. Los líderes navales, en particular los almirantes, son figuras de enorme poder en sus territorios y ejercen una influencia desmesurada sobre el gobierno central.

La crueldad del sistema se refleja no solo en el esclavismo, sino también en la manera en que tratan a sus prisioneros y enemigos. La expansión mexicana está impulsada por un deseo de poder y una creencia en la supremacía de su cultura, lo que justifica la brutalidad con la que tratan a los pueblos que conquistan.

México ha emergido como una potencia naval, con su sociedad arraigada en la lucha, la muerte y la conquista. Cada incursión exitosa refuerza su control sobre el mar, y su influencia sigue expandiéndose. Mientras otras naciones luchan por sobrevivir, México mira al futuro con confianza, sabiendo que su poder en el mar les asegurará un lugar dominante en este mundo devastado.

El Futuro de América del Norte

En este mundo devastado, América del Norte se ha fragmentado en un mosaico de feudos tiránicos, zonas infestadas, dominios mutantes y comunidades rebeldes que intentan mantener viva una chispa de esperanza. El continente, una vez símbolo de poder y progreso, es ahora un escenario de guerra, esclavitud y supervivencia. Los supervivientes están atrapados en una lucha interminable entre facciones, donde la humanidad ha perdido gran parte de lo que la definía, y el futuro es incierto.

Latinoamérica, Culturas Antiguas y Nuevas Fronteras

Latinoamérica, tras el apocalipsis, es un continente fracturado pero lleno de historias de resistencia, marcado tanto por su pasado precolombino como por su herencia colonial y el brutal impacto de la infección que diezmó a su población. Las antiguas civilizaciones indígenas dejaron un legado de conocimientos agrícolas y de supervivencia que ha sido vital para las comunidades actuales, mientras que la infraestructura y las rutas comerciales de la época colonial ahora conectan a los supervivientes dispersos. Las ciudades que alguna vez fueron centros de poder y cultura, tanto modernas como coloniales, yacen en ruinas, arrasadas por la propagación inicial del virus y los bombardeos nucleares. Sin embargo, la región ha demostrado una notable capacidad de adaptación. En las selvas, montañas y valles alejados de los antiguos núcleos urbanos, nuevas sociedades han surgido, combinando prácticas ancestrales con el renacimiento del comercio y la defensa. Las caravanas recorren antiguos caminos reales, protegidas por mercenarios y guerreros, mientras nuevas potencias, algunas inspiradas en la religión y el poder militar, luchan por imponer su dominio. Aunque la población ha sido drásticamente reducida, la geografía diversa del continente ofrece refugios aislados y territorios estratégicos donde el renacer de la vida es posible. A pesar de los conflictos, estas nuevas fuerzas intentan rehacer el continente sobre las ruinas del viejo mundo, convirtiendo algunos territorios en bastiones de poder y esperanza.

El Renacer de las Culturas Precolombinas

En los Andes, los supervivientes han comenzado a redescubrir las técnicas agrícolas ancestrales de los incas. Las terrazas andinas, construidas para aprovechar al máximo el terreno montañoso, han sido restauradas y ampliadas para alimentar a las comunidades de altura. Estos grupos ven en las prácticas antiguas la clave para sobrevivir y prosperar, reviviendo también los sistemas de irrigación que, durante siglos, permitieron que las civilizaciones florecieran en estas tierras difíciles. Además, ha surgido un fuerte componente de religiosidad mística, donde los líderes locales son vistos como descendientes de los antiguos dioses. Estos gobernantes, reverenciados como intermediarios entre los hombres y las divinidades, guían a sus comunidades con una mezcla de sabiduría tradicional y poder autoritario.

Las ciudades altas, como Cusco y La Paz, se han convertido en bastiones espirituales y agrícolas. Mientras que las zonas más bajas y urbanas quedaron desoladas por la infección, las montañas ofrecen un refugio seguro. Las comunidades andinas mantienen un comercio discreto con otros territorios cercanos, y los intercambios incluyen productos agrícolas, agua y minerales extraídos de las montañas.

El Auge del Comercio en el Caribe

Mientras el resto de Latinoamérica se vio gravemente afectado por la infección, algunas islas del Caribe pasaron desapercibidas durante el colapso, manteniéndose libres de la devastación. Estas islas, al estar relativamente aisladas, sobrevivieron a los primeros embates y, con el tiempo, formaron pequeños estados funcionales que se apoyan en el comercio entre ellas para obtener los recursos necesarios para sobrevivir. Esta red de islas-estado, unidas por la necesidad y la colaboración, se ha convertido en una zona de relativa paz, donde las alianzas comerciales son esenciales para mantener la estabilidad.

El Caribe es ahora un lugar donde la cooperación prevalece sobre la guerra, pero la amenaza de corsarios y piratas es constante. El Imperio de México ha comenzado a lanzar incursiones hacia el sur con sus flotas de corsarios, buscando saquear y conquistar. Ante esta amenaza, las islas han llegado a colaborar para eliminar la infestación de otras islas o para unirse en la defensa contra ataques exteriores. Algunas islas incluso han creado pequeñas flotas defensivas para mantener su independencia y protegerse de las crecientes ambiciones de los mexicanos.

Latinoamérica Fragmentada: Nuevas Rutas y Viejas Prácticas

La población de Latinoamérica se ha visto reducida drásticamente durante la expansión inicial de la infección. Las grandes ciudades, bombardeadas y asoladas, se convirtieron en centros de caos y desolación. Como resultado, las comunidades supervivientes se han concentrado en zonas rurales alejadas de los núcleos urbanos y, aunque las distancias entre ellas son vastas, el renacer de antiguas rutas comerciales terrestres ha permitido la comunicación y el intercambio de bienes.

Inspiradas en el antiguo "Camino Real" o la ruta del cacao, estas rutas conectan a las comunidades que ahora dependen del comercio para obtener lo que necesitan. Sin embargo, los viajes son peligrosos, y las caravanas comerciales son protegidas por guerreros y mercenarios que defienden los preciosos recursos de ataques y emboscadas. Algunos territorios han logrado monopolizar recursos críticos, como agua potable, combustible o tecnología agrícola, convirtiéndose en focos de poder y disputa. Al igual que en la Edad Media europea, estas rutas comerciales son vitales, pero peligrosas, y los conflictos por los recursos son una constante.

Brasil y la Amazonía: El Último Refugio

En Brasil, la infección golpeó con mucha fuerza en las grandes ciudades, pero la Amazonía se ha convertido en un refugio para aquellos que lograron sobrevivir. Inspirados por los pueblos indígenas que habitan la selva desde hace milenios, los supervivientes han adoptado un modo de vida que se conecta profundamente con la naturaleza. La selva, vista como un santuario, se considera un lugar sagrado donde los males del exterior no pueden penetrar.

Estas comunidades amazónicas han aprendido a utilizar los recursos de la selva de manera sostenible, integrando antiguos conocimientos sobre la flora y fauna con nuevas técnicas para defenderse de los pocos infectados que logran acercarse. La Amazonía es vista como el último refugio seguro de la humanidad en un mundo donde la civilización ha colapsado totalmente, o eso creen sus pobladores aislados del resto de comunidades humanas. Mientras tanto, el gobierno de Brasil tras la infección inicial, si es que alguna vez hubo uno, se ha desintegrado, dejando a la selva como el único espacio de verdadero refugio en el país.

El Sagrado Imperio de la Plata

El Sagrado Imperio de la Plata ha emergido como la potencia dominante de Sudamérica tras el apocalipsis, erigido sobre las ruinas de lo que alguna vez fue Argentina. Bajo el liderazgo de un caudillo militar autoproclamado emperador, este imperio ha logrado resistir las catástrofes mejor que cualquier otra nación en la región. Su vasto territorio agrícola y ganadero le ha permitido no solo sobrevivir, sino expandirse agresivamente. La estructura de su sociedad, inspirada en la Europa medieval, combina una rígida jerarquía feudal con un fuerte componente religioso cristiano católico, justificando tanto la expansión territorial como la dominación de otras naciones en nombre de la fe y el orden divino.

El poder del Imperio no se sustenta únicamente en su capacidad militar, sino también en su control sobre los recursos alimentarios. La fértil tierra de la Pampa y sus vastos recursos ganaderos han convertido al Sagrado Imperio en el principal proveedor de alimentos en la región. Este control sobre los alimentos le ha permitido doblegar a otras comunidades y naciones mediante una combinación de diplomacia y coerción. Muchas veces, los territorios que no se someten al Imperio son asfixiados económicamente hasta que no tienen más opción que aceptar su dominio, mientras que otros son conquistados mediante la fuerza cuando las negociaciones fallan. En este sentido, el imperio utiliza tanto la pluma como la espada para expandir su influencia en el Cono Sur.

En el ámbito militar, el Sagrado Imperio ha revivido el uso de armaduras y armas blancas, inspirándose en los tiempos medievales. Las armaduras que portan sus soldados son de diseño industrial, estilizadas y sobrias, fabricadas con materiales resistentes que pueden soportar incluso impactos de bala. Estas armaduras recuerdan a las medievales, pero con una estética moderna y funcional. Las espadas, lanzas y escudos son símbolos de prestigio y honor entre los guerreros imperiales, mientras que las armas de fuego, aunque están presentes, son vistas como algo indigno para un verdadero hombre de honor. El combate cuerpo a cuerpo, donde el guerrero demuestra su valor, es lo que más se respeta en la sociedad militar del imperio.

Aunque el Imperio de la Plata ha adoptado una tecnología rudimentaria para sus tácticas militares, sus estrategias recuerdan a las empleadas por las antiguas civilizaciones griegas y romanas. Las formaciones cerradas, como la falange y el testudo, les han permitido enfrentarse con éxito a hordas de infectados, mutantes y otros ejércitos humanos. Su caballería pesada, equipada con armaduras y lanzas, es temida por sus enemigos y ha sido decisiva en muchas de sus campañas de expansión.

A pesar de la fortaleza de su ejército terrestre, el Sagrado Imperio carece de una flota naval, lo que limita su influencia a las tierras del Cono Sur. Sin embargo, su dominio en tierra firme es absoluto, consolidándose como la potencia más importante de la región.

La sociedad del Sagrado Imperio de la Plata está profundamente influenciada por la religión, con la dualidad entre el miedo y adoración a dios y al emperador, y también estructurada de manera similar a la Europa feudal. Los señores de la guerra y caudillos regionales gobiernan vastos territorios en nombre del emperador, mientras que los campesinos trabajan las tierras fértiles para sostener la economía imperial. El comercio de alimentos, en especial, es un arma diplomática clave. Las ciudades y comunidades que se encuentran bajo el control del Imperio dependen de este flujo constante de alimentos para su supervivencia, lo que refuerza el poder del Imperio sin necesidad de recurrir siempre a la violencia.

El cristianismo católico es el núcleo ideológico que unifica al Imperio. Las iglesias no solo actúan como centros de fe, sino también como instituciones de poder político. Las ceremonias religiosas son frecuentes y a gran escala, reforzando la lealtad de los ciudadanos hacia el emperador y justificando las campañas de conquista como misiones sagradas. El ejército imperial, armado con cruz y espada, se presenta no solo como conquistador, sino como el salvador de los pueblos sometidos, llevándoles orden y fe en un mundo en caos.

El gobierno del Sagrado Imperio es una monarquía teocrática donde el emperador ejerce un control absoluto, siempre bajo la bendición de la Iglesia. El clero no solo ofrece legitimidad religiosa, sino que también actúa como consejero y supervisor moral de la sociedad. Este equilibrio entre la Iglesia y el Estado ha creado un sistema de control total, donde la fe y la obediencia son los pilares fundamentales de la vida diaria. Aquellos que se desvían de las doctrinas o se oponen al régimen son castigados de manera brutal.

El Imperio de la Plata se presenta a sí mismo como el último bastión de la civilización y el cristianismo en Sudamérica, enfrentándose a un mundo exterior que consideran caótico e impuro. Para ellos, su misión divina es restaurar el orden en un continente devastado, y no dudarán en utilizar tanto la diplomacia como la fuerza para cumplir este objetivo.

Los Mutantes en Latinoamérica: Diplomacia y Supervivencia

A diferencia de otras regiones del mundo, la presencia de mutantes en Latinoamérica es limitada. Se restringen a las grandes ciudades que fueron bombardeadas con armas nucleares durante la contención inicial de la infección. Estos mutantes, aunque escasos, han desarrollado una notable inclinación hacia la diplomacia, debido a su inferioridad numérica y la presión tanto de los humanos como de los infectados. Han creado pequeños puestos comerciales y, en algunos casos, alcanzado acuerdos con las comunidades humanas para comerciar tecnología y otros recursos.

Sin embargo, no todos los humanos están dispuestos a aceptar la convivencia con mutantes. En muchas regiones, los mutantes son cazados y exterminados por las comunidades más aisladas que los ven como una amenaza. A pesar de estos esfuerzos por su supervivencia, los mutantes en Latinoamérica están constantemente en peligro de extinción.

Un Futuro Incierto

Latinoamérica, tras el apocalipsis, es un continente que ha visto renacer antiguas costumbres y nuevas dinámicas de poder. Desde las comunidades andinas, que veneran a líderes divinos, hasta los imperios resurgidos como el de Argentina, la región ha encontrado maneras de sobrevivir en un mundo que parece condenado. Sin embargo, las amenazas persisten: el Imperio de México avanza con sus flotas, las caravanas comerciales enfrentan peligros constantes, y la lucha por los recursos solo se intensifica en una tierra donde la naturaleza y la humanidad han encontrado nuevas formas de coexistir, aunque siempre al borde del abismo.

Europa, Un Continente con el Corazón Envenenado

Europa, después del apocalipsis, es un continente devastado y fragmentado, donde los ecos de su glorioso pasado medieval y renacentista han resurgido con fuerza. Las grandes ciudades que alguna vez fueron centros de poder, cultura y comercio, ahora son poco más que ruinas, arrasadas por la infección y los bombardeos nucleares que intentaron contenerla. Sin embargo, a pesar de la devastación, el espíritu de resistencia y adaptación sigue vivo. Nuevas potencias han emergido en medio del caos, inspiradas tanto en antiguas estructuras políticas como en la necesidad de controlar los escasos recursos que quedan. Las ciudades fortificadas renacen, las órdenes religiosas vuelven a tener poder, y en el norte, los ecos de las incursiones vikingas han despertado de nuevo. Este es un mundo de alianzas frágiles, guerras constantes y la coexistencia incómoda entre humanos y mutantes, todos ellos luchando por sobrevivir en el nuevo orden que Europa ha forjado sobre las ruinas de su civilización.

El Renacimiento de las Repúblicas Comerciales del Sur

En el sur de Europa, el colapso de los antiguos gobiernos y la destrucción de las grandes ciudades han dado lugar al renacimiento de repúblicas independientes en ciudades históricas como Venecia, Florencia, Génova, Marsella, Barcelona, Lisboa y Corinto. Estas urbes, antaño potencias económicas y culturales, han vuelto a erigir murallas y se han reorganizado bajo la administración de gremios de mercaderes y artesanos, quienes controlan la producción y el comercio. Su supervivencia y prosperidad dependen de las rutas comerciales marítimas, que conectan las ciudades costeras fortificadas de las penínsulas ibérica, itálica y del Peloponeso.

El comercio marítimo es vital, ya que los caminos terrestres siguen siendo peligrosos. Se han reintroducido navíos a vela adaptados a las condiciones postapocalípticas, mientras que los escasos navíos a motor se reservan para rutas críticas debido a la falta de combustibles. A través de estas rutas, los puertos del sur de Europa intercambian bienes esenciales como alimentos, textiles, armas y suministros vitales, manteniendo sus economías en funcionamiento.

Cada ciudad se ha especializado en un sector económico clave dentro de esta red: Venecia controla las rutas hacia Oriente, Florencia se ha consolidado como centro textil, y Génova distribuye armas y suministros militares. En la península ibérica, Barcelona y Lisboa son los principales centros de comercio y conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo. En Grecia, Corinto no solo actúa como un bastión defensivo clave que protege la península del Peloponeso del avance de los infectados de los Balcanes, sino que también se ha convertido en el granero de las repúblicas del sur, proveyendo de alimentos al resto de las ciudades y asegurando su abastecimiento mientras estas se reconstruyen.

La Orden de la Cruz del Horizonte es una organización militar y religiosa que ha alcanzado un estatus casi divino entre los supervivientes. Surgió en Francia tras el colapso, cuando los reactores nucleares fallaron catastróficamente, irradiando gran parte de Europa. Su misión inicial fue sellar los reactores expuestos, un acto heroico que le valió el respeto de las masas y facilitó la expansión de su influencia hacia el sur de Europa. A diferencia de otras órdenes religiosas, la Cruz del Horizonte une a humanos y mutantes en una cruzada común: liberar Europa de los infectados y evitar la irradiación total del continente.

Bajo el liderazgo del enigmático "El Redentor", cuya identidad sigue siendo un misterio, la Orden ha logrado imponer una coexistencia efectiva entre humanos y mutantes, quienes ahora luchan codo a codo. Su cruzada ha sido notablemente exitosa, salvando ciudades y permitiendo la reconstrucción de algunas áreas. Actúan como guerreros y guardianes espirituales, cobrando diezmos a las ciudades que protegen.

La visión final de la Orden va más allá de la mera defensa: buscan reconquistar Europa, eliminar a los infectados y restaurar la civilización. Bajo su influencia centralizadora, las repúblicas del sur han comenzado a expandirse territorialmente, recuperando tierras en sus respectivas penínsulas. Aunque las ciudades mantienen su independencia, la Orden regula tanto el comercio como la expansión militar, asegurando que todo se realice bajo su control.

El sur de Europa se ha convertido en un punto de convergencia para refugiados del norte irradiado y del norte de África, creando sociedades multiculturales donde humanos y mutantes coexisten en igualdad, algo poco común en otras partes del mundo. La Orden ha promovido esta convivencia como parte de su misión de restaurar el orden en Europa.

Los comerciantes independientes, que transportan mercancías y pasajeros entre las ciudades, han prosperado bajo la supervisión de la Orden de la Cruz del Horizonte, la cual ejerce un control firme sobre las rutas marítimas y cobra diezmos a cambio de protección. La Orden ha asumido un rol dominante, regulando tanto la defensa de las ciudades como las actividades comerciales, asegurando que todo comercio en la región esté bajo su mirada vigilante.

La Confederación del Norte: El Imperio del Hierro y el Fuego

En el norte de Europa, una confederación de ciudades costeras ha surgido tras el colapso, inspirada en las antiguas tradiciones imperiales de la era gótica. Ciudades como Hamburgo, Bremen, Copenhague, Gdansk, Riga y Tallin se han unido bajo una estructura militar opresiva, formando un imperio terrestre que domina gran parte de las costas del Báltico. Su creación fue impulsada por los supervivientes que huyeron de la devastación causada por los infectados y el colapso de los reactores nucleares en el centro de Europa, que convirtieron vastas áreas en zonas irradiadas. La confederación, con un emperador electo a la cabeza, se consolidó como una fuerza militar con ejércitos masivos y una estructura de poder férrea.

A diferencia de otras potencias que han surgido en Europa, la Confederación del Norte no es una fuerza comercial, sino una potencia militar terrestre. Su ejército es el más poderoso del continente, equipado fundamentalmente con armas fuego y artillería, de tecnología tosca pero efectiva y adaptadas a las duras condiciones postapocalípticas. Las ciudades que forman parte de la confederación han desarrollado una base industrial pesada, impulsada principalmente por el carbón, lo que les permite fabricar armamento, vehículos blindados y otros suministros de guerra. Sus ciudades están cubiertas por un manto de hollín, con cielos oscuros y llenos de ceniza debido a la quema constante de carbón en sus fábricas y forjas. Estas urbes, aunque fortificadas, son lugares sombríos donde la industria militar es la columna vertebral de la vida cotidiana.

Sin embargo, su poder naval es extremadamente limitado. Aunque controlan algunas rutas marítimas esenciales para el transporte de suministros, su flota es rudimentaria y precaria, compuesta por barcos viejos y mal equipados, lo que los hace vulnerables en el mar. Esta debilidad ha sido explotada por los Saqueadores del Norte, una temida facción que se asemeja a los antiguos vikingos. Estos saqueadores, descendientes de grupos nómadas y supervivientes de las regiones árticas y escandinavia, han recuperado el estilo de vida de sus antepasados, utilizando barcos pequeños, ágiles y bien construidos para realizar incursiones rápidas en las costas de la confederación. Atacan comunidades y cargamentos, robando recursos y devastando enclaves costeros mal defendidos, aprovechando la falta de una armada sólida.

La confederación ha intentado fortalecer sus defensas costeras para frenar las incursiones, pero su enfoque militar está casi exclusivamente en la tierra. Su poder radica en la capacidad de movilizar grandes ejércitos terrestres, que incluyen infantería pesada, vehículos blindados improvisados y caballería mecanizada. Estos ejércitos son temidos por su brutalidad y eficiencia en el combate, aplastando cualquier resistencia que encuentren. La base industrial, aunque tosca, es suficiente para sostener esta maquinaria de guerra, alimentada por los recursos de las minas de carbón y hierro que extraen de las zonas que controlan.

La confederación es un imperio opresivo que sigue una estructura política similar a la de los antiguos imperios medievales. Su emperador es elegido entre los caudillos más poderosos que gobiernan las distintas ciudades-estado, pero su autoridad es limitada, ya que los caudillos suelen enfrentarse entre sí, disputándose el control de los recursos y el poder militar. Los conflictos internos y la falta de cohesión entre sus líderes, sumados a los constantes ataques de los Saqueadores del Norte, han debilitado a la confederación, impidiendo que unifiquen sus fuerzas y frenen sus ambiciones expansionistas, limitando sus intentos de consolidarse como el poder dominante en Europa.

Uno de los rasgos más oscuros de la confederación es su absoluto rechazo a los mutantes. La Inquisición del Norte, una organización fanática encargada de la purga de mutantes, recorre las ciudades y el campo, buscando y eliminando a cualquier mutante que se cruce en su camino. Esta organización actúa con total impunidad, ejecutando purgas periódicas para garantizar la "pureza" de la población. La brutalidad de la Inquisición es temida por todos, ya que no solo se limita a exterminar mutantes, sino que también realiza campañas de terror para suprimir cualquier forma de disidencia. Los mutantes son cazados sin piedad, y las ejecuciones públicas sirven como recordatorio del control absoluto que la confederación mantiene sobre su gente.

En este oscuro imperio, los cielos llenos de ceniza y las ciudades industriales recuerdan a sus habitantes que el único objetivo de la confederación es la guerra, y su supervivencia depende de mantener la maquinaria militar en marcha, cueste lo que cueste.

Inglaterra: El Reino Detrás de los Muros

Inglaterra, como gran parte de Europa, fue devastada por la infección que se propagó rápidamente, destruyendo las principales ciudades del sur, como Londres, Bristol y Birmingham. Ante esta catástrofe, el gobierno inglés, en un último intento desesperado por preservar lo que quedaba de la nación, ordenó la construcción de dos enormes líneas defensivas que coincidían con los antiguos muros de Adriano y Antonino. Estas murallas sellaron las áreas más afectadas del sur y confinaron a la población sana en el norte. El Muro de Adriano se erigió como la primera línea defensiva, mientras que el Muro de Antonino, más al norte, se convirtió en una barrera secundaria para proteger a la nobleza y las élites que se refugiaron tras estas murallas. El sur de Inglaterra fue declarado territorio perdido, y ciudades como Londres quedaron aisladas y infestadas.

La población que sobrevivió en el norte enfrentó años de extrema dificultad. La adaptación a las duras condiciones del norte, con tierras menos fértiles y recursos limitados, supuso una lucha diaria por la supervivencia. La infraestructura agrícola e industrial tuvo que ser reconstruida casi desde cero. Con el tiempo, Inglaterra logró estabilizarse, estableciendo una base industrial y agrícola modesta, pero la constante amenaza de los infectados del sur persiste. La primera línea defensiva, el Muro de Adriano, ha sido penetrada en varias ocasiones por hordas de infectados, lo que ha convertido las tierras cercanas en una zona de peligro constante. Los habitantes de esta franja, conocidos como "ciudadanos de la primera línea", viven en condiciones miserables y son considerados ciudadanos de segunda clase. Se les ha relegado a defender el muro en caso de ataques masivos, sirviendo como carne de cañón y mano de obra desechable. Este sistema ha generado un profundo resentimiento entre la población de la primera línea, que vive oprimida bajo el control de la nobleza que habita más al norte, protegida por el Muro de Antonino.

La nobleza inglesa ha utilizado esta situación para consolidar su poder, recreando un sistema feudal en el que los ciudadanos de la primera línea son explotados para mantener el lujo y la seguridad de los que viven tras el segundo muro. Las revueltas son frecuentes entre los ciudadanos oprimidos, pero son aplastadas rápidamente por las fuerzas del reino, que temen que una rebelión mayor pueda desestabilizar el frágil equilibrio en el norte. Aunque la nobleza es consciente del creciente malestar, busca soluciones que desvíen la tensión interna hacia un enemigo externo.

Con ese propósito, el Reino de Inglaterra lanzó una campaña de conquista en Irlanda, un territorio que había sufrido menos daños tras el apocalipsis. La invasión fue promovida como una solución a la superpoblación y las tensiones sociales en el norte de Inglaterra, prometiendo tierras y riquezas a los ciudadanos de segunda clase que participaran en la campaña. Estos soldados, reclutados de la primera línea, fueron enviados a combatir en una guerra brutal y sangrienta contra la resistencia irlandesa. Las fuerzas inglesas lograron ocupar varias áreas estratégicas, incluidas Dublín y Cork, pero la resistencia irlandesa, bien organizada y conocedora del terreno, ha frenado su avance. Aunque la ocupación ha proporcionado algo de estabilidad interna, la guerra en Irlanda es costosa y está comenzando a agotar los recursos del reino. A medida que la resistencia irlandesa lanza ataques sorpresa y sabotajes contra las fuerzas de ocupación, la guerra se convierte en un conflicto de desgaste. Los soldados ingleses, muchos de ellos provenientes de la primera línea y ya exhaustos por años de combates contra los infectados, enfrentan ahora una lucha prolongada y peligrosa en un terreno desconocido. Irlanda se ha transformado en un campo de batalla constante, y aunque los ingleses controlan varias ciudades importantes, la resistencia local sigue siendo una amenaza persistente.

La invasión de Irlanda no solo buscaba expandir el territorio inglés, sino también aprovechar las tierras fértiles irlandesas para aliviar los problemas agrícolas del norte de Inglaterra. El reino ha comenzado a asentar colonos ingleses en las tierras conquistadas, desplazando a la población irlandesa y utilizando a estos nuevos colonos para producir alimentos y extraer recursos que son enviados de vuelta a Inglaterra. Sin embargo, este proceso ha generado una mayor tensión con los locales, ya que los irlandeses, expulsados de sus tierras, se unen cada vez más a las guerrillas que luchan contra la ocupación.

Mientras tanto, en el norte de Inglaterra, la situación no mejora. A pesar de la ocupación de Irlanda, las tensiones sociales siguen aumentando, especialmente entre los ciudadanos de la primera línea, que continúan sufriendo las duras condiciones y el peligro constante de los infectados. Las incursiones desde el sur, aunque esporádicas, son cada vez más violentas, y los infectados que logran atravesar el Muro de Adriano siembran el caos en las aldeas y asentamientos cercanos. Londres, una ciudad ahora completamente infestada, sigue siendo un símbolo del colapso del Reino Unido, y su reconquista parece una empresa imposible.

A pesar de los numerosos problemas que enfrenta el reino, algunos miembros de la nobleza han comenzado a trazar planes ambiciosos para expandirse hacia el sur de Inglaterra, soñando con la recuperación de las tierras perdidas. Creen que, si logran estabilizar completamente Irlanda y consolidar los recursos obtenidos de la ocupación, podrían reforzar las defensas del Muro de Adriano y, eventualmente, lanzar una ofensiva para retomar Londres y otras ciudades del sur. No obstante, estos planes parecen más una fantasía que una posibilidad tangible, ya que la situación en Irlanda sigue siendo inestable y los recursos del reino están al borde del agotamiento. Aun así, algunos optimistas argumentan que empresas igualmente arriesgadas han tenido éxito en el pasado, y que una victoria decisiva en Irlanda podría cambiar el destino de Inglaterra.

Continuará...

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